domingo, 10 de agosto de 2008

RINCÓN PARA LA POESÍA

BLAS DE OTERO.

"...De noche, te alisabas los cabellos,

yo me dormía, meditando en ellos..."

"Psyique opening the golden box"

John William Waterhouse

Reseña biográfica

Poeta español nacido en Bilbao en 1916.

Recibió una formación religiosa con los jesuitas y después de terminar su bachillerato se licenció en Derecho en Valladolid, carrera que nunca ejerció. Se trasladó luego a Madrid donde se dedicó por entero a la creación literaria.

Obtuvo varios premios importantes entre los que se cuentan: Boscán de Poesía en 1950, Premio de la Crítica en 1959 y el Fastenrath de la Real Academia en 1961.

«A modo de antología» y «Todos mis sonetos», son sus obras más representativas.

Fallecido en Madrid en 1979. ©

AIRE LIBRE

Si algo me gusta, es vivir.

Ver mi cuerpo en la calle,

hablar contigo como un camarada,

mirar escaparates

y, sobre todo, sonreír de lejos

a los árboles...

También me gustan los camiones grises

y muchísimo más los elefantes.

Besar tus pechos,

echarme en tu regazo y despeinarte,

tragar agua de mar como cerveza

amarga, espumeante.

Todo lo que sea salir

de casa, estornudar de tarde en tarde,

escupir contra el cielo de los tundras

y las medallas de los similares,

salir

de esta espaciosa y triste cárcel,

aligerar los ríos y los soles,

salir, salir al aire libre, al aire.

ANCHAS SÍLABAS

Que mi pie te despierte, sombra a sombra

he bajado hasta el fondo de la patria.

Hoja a hoja, hasta dar con la raíz

amarga de mi patria.

Que mi fe te levante, sima a sima

he salido a la luz de la esperanza.

Hombro a hombro, hasta ver un pueblo en pie

de paz, izando un alba.

Que mi voz brille libre, letra a letra

restregué contra el aire las palabras.

Ah, las palabras. Alguien heló

los labios -bajo el sol- de España.

AQUÍ TENÉIS EN CANTO Y ALMA...

Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre

aquel que amó, vivió, murió por dentro

y un buen día bajó a la calle: entonces

comprendió: y rompió todos su versos.

Así es, así fue. Salió una noche

echando espuma por los ojos, ebrio

de amor, huyendo sin saber adónde:

a donde el aire no apestase a muerto.

Tiendas de paz, brizados pabellones,

eran sus brazos, como llama al viento;

olas de sangre contra el pecho, enormes

olas de odio, ved, por todo el cuerpo.

¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces

en vuelo horizontal cruzan el cielo;

horribles peces de metal recorren

las espaldas del mar, de puerto a puerto.

Yo doy todos mis versos por un hombre

en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso,

mi última voluntad. Bilbao, a once

de abril, cincuenta y uno.

Blas de Otero

CIEGAMENTE

Porque quiero tu cuerpo ciegamente.

porque deseo tu belleza plena.

Porque busco ese horror, esa cadena

mortal, que arrastra inconsolablemente.

Inconsolablemente. diente a diente,

vos bebiendo tu amor, tu noche llena.

Diente a diente, Señor, y vena a vena

vas sorbiendo mi muerte. Lentamente.

Porque quiero tu cuerpo y lo persigo

a través de la sangre y de la nada.

porque busco tu noche toda entera.

Porque quiero morir, morir contigo

esta horrible tristeza enamorada

que abrazarás, oh, Dios, cuando yo muera.

CRECIDA

Con la sangre hasta la cintura, algunas veces

con la sangre hasta el borde de la boca,

voy

avanzando

lentamente, con la sangre hasta el borde de los labios

algunas veces,

voy

avanzando sobre este viejo suelo, sobre

la tierra hundida en sangre,

voy

avanzando lentamente, hundiendo los brazos

en sangre,

algunas

veces tragando sangre,

voy sobre Europa

como en la proa de un barco desmantelado

que hace sangre,

voy

mirando, algunas veces,

al cielo

bajo,

que refleja

la luz de la sangre roja derramada,

avanzo

muy

penosamente, hundidos los brazos en espesa

sangre,

es

como una esperma roja represada,

mis pies

pisan sangre de hombres vivos

muertos,

cortados de repente, heridos súbitos,

niños

con el pequeño corazón volcado, voy

sumido en sangre

salida,

algunas veces

sube hasta los ojos y no me deja ver,

no

veo más que sangre,

siempre

sangre,

sobre Europa no hay más que

sangre.

Traigo una rosa en sangre entre las manos

ensangrentadas. Porque es que no hay más

que sangre,

y una horrorosa sed

dando gritos en medio de la sangre

CUERPO DE LA MUJER

...Tántalo en fugitiva fuente de oro

Quevedo

Cuerpo de la mujer, río de oro

donde, hundidos los brazos, recibimos

un relámpago azul, unos racimos

de luz rasgada en un frondor de oro.

Cuerpo de la mujer o mar de oro

donde, amando las manos, no sabemos,

si los senos son olas, si son remos

los brazos, si son alas solas de oro...

Cuerpo de la mujer, fuente de llanto

donde, después de tanta luz, de tanto

tacto sutil, de Tántalo es la pena.

Suena la soledad de Dios. Sentimos

la soledad de dos. Y una cadena

que no suena, ancla en Dios almas y limos.

CUERPO TUYO

Esa tierra con luz es cielo mío.

Alba de Dios, estremecidamente

subirá por mi sangre. Y un relente

de llama, me dará tu escalofrío.

Puente de dos columnas, y yo río.

Tú, río derrumbado, y yo su puente

abrazando, cercando su corriente

de luz, de amor, de sangre en desvarío.

Ahora, brisa en la brisa. Seda suave.

Ahora, puerta plegada, frágil llave.

Muro de luz. Leve, sellado, ileso.

Luego, fronda de Dios y sima mía.

Ahora. Luego. Por tanto. Sí, por eso

deseada y sin sombra todavía.

DESAMOR

Cuando tu cuerpo es nieve

perdida en un olvido deshelado,

y el aire no se atreve

a moverse por miedo a lo olvidado;

y el mar, cuando se mueve

e inventa otra postura,

es sólo por sentirse de este lado

más ágil de recuerdos y amargura.

Cuando es ya nieve pura,

y tu alma señal de haber llorado,

y entre cartas y besos

amarillos suspiras porque, al verlas,

no te serán ya ésos

más que -pendientes de los ojos- perlas;

y las rosas ilesos,

y los blancos sin roce,

entre cintas desnudas, enterradas,

reavivan el goce

triste de ver ya frías, desamadas,

las prendas y el amor que aún las conoce.

Entonces a mí puedes

venir, llegar, oh, pluma que deriva

por los aires más solos:

yo tenderé y tiraré hacia arriba,

altos sueños, mis redes,

para que eterna, si antes fugitiva,

entre mis alas, no en mis brazos, quedes.

EN EL PRINCIPIO

Si he perdido la vida, el tiempo, todo

lo que tiré, como un anillo, al agua,

si he perdido la voz en la maleza,

me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo

lo que era mío y resultó ser nada,

si he segado las sombras en silencio,

me queda la palabra.

Si abrí los labios para ver el rostro

puro y terrible de mi patria,

si abrí los labios hasta desgarrármelos,

me queda la palabra.

EN UN CHARCO

No vengas ahora. (No vengas ahora,

aunque es de noche.)

Huye.

Hay días malos, días que crecen

en un charco de lágrimas.

Escóndete en tu cuarto y cierra la puerta y haz un nudo

en la llave,

y mírate desnuda en el espejo, como

en un charco de lágrimas.

Me acuerdo que una vez me mordiste los ojos.

Se te llenó la boca de pus y hiel; pisabas

en un charco de lágrimas.

Despréciame. Imagíname convertido en una ruta gris,

sucia, babeante, con las tripas esparcidas

en un charco de lágrimas

ENTONCES Y ADEMÁS

Cuando el llanto, partido en dos mitades,

cuelga, sombríamente, de las manos,

y el viento, vengador, viene y va, estira

el corazón, ensancha el desamparo.

Cuando el llanto, tendido como un llanto

silencioso, se arrastra por las calles

solitarias, se enreda entre los pies,

y luego suavemente se deshace.

Cuando morir es ir donde no hay nadie,

nadie, nadie; caer, no llegar nunca,

nunca, nunca; morirse y no poder

hablar, gritar, hacer la gran pregunta.

Cuando besar una mujer desnuda

sabe a ceniza, a bajamar, a broza,

y el abrazo final es esa franja

sucia que deja, en bajamar, la ola.

Entonces, y también cuando se toca

las dos manos el vacío, el hueco,

y no hay donde apoyarse, no hay columnas

que no sean de sombra y de silencio.

Entonces, y además cuando da miedo

ser hombre, y estar solo es estar solo,

nada más que estar solo, sorprenderse

de ser hombre, ajenarse: ahogarse sólo.

ES INÚTIL

Con hambre quedará si en esto queda...

Juan Boscán

Cada beso que doy, como un zarpazo

en el vacío, es carne olfateada

de Dios, hambre de dios, sed abrasada

en la trenzada hoguera de un abrazo.

Me pego a ti, me tiendo en tu regazo

como un náufrago atroz que gime y nada,

trago trozos de mar y agua rosada:

senos las olas son, suave el bandazo.

Se te quiebran los ojos y la vida.

Lloras sangre de Dios por una herida

que hace nacer, para el amor, la muerte.

¡Y es inútil pensar que nos unimos!

¡Es locura creer que pueda verte,

oh dios, abriendo, entre la sombra, limos!

ÍMPETU

Mas no todo ha de ser ruina y vacío.

No todo desescombro ni deshielo.

Encima de este hombro llevo el cielo,

y encima de este otro, un ancho río

de entusiasmo. Y, en medio, el cuerpo mío,

árbol de luz gritando desde el suelo.

Y, entre raíz mortal, fronda de anhelo,

mi corazón en pie, rayo sombrío.

Sólo el ansia me vence. Pero avanzo

sin dudar, sobre abismos infinitos,

con la mano tendida: si no alcanzo

con la mano, ¡ya alcanzaré con gritos!

y sigo, siempre, en pie, y así, me lanzo

al mar, desde una fronda de apetitos.

De "Ángel fieramente humano" 1950

JUICIO FINAL

Yo, pecador, artista del pecado,

comido por el ansia hasta los tuétanos,

yo, tropel de esperanza y de fracasos,

estatua del dolor, firma del viento.

Yo, pecador, en fin, desesperado

de sombras y de sueños: me confieso

que soy un hombre en situación de hablaros

de la vida. Pequé. No me arrepiento.

Nací para narrar con estos labios

que barrerá la muerte un día de éstos,

espléndidas caídas en picado

del bello avión aquel de carne y hueso.

Alas arriba disparó los brazos,

alardeando de tan alto invento;

plumas de níquel. Escribid despacio.

Helas aquí, hincadas en el suelo.

Este es mi sitio. Mi terreno. Campo

de aterrizaje de mis ansias. Cielo

al revés. Es mi sitio y no lo cambio

por ninguno. Caí. No me arrepiento.

Ímpetus nuevos nacerán, más altos.

Llegaré por mis pies -¿para qué os quiero?-

a la patria del hombre: al cielo raso

de sombras ésas y de sueños ésos.

LA TIERRA

De tierra y mar, de fuego y sombra pura,

esta rosa redonda, reclinada

en el espacio, rosa volteada

por las manos de Dios, ¡cómo procura

sostenemos en pie y en hermosura

de cielo abierto, oh inmortalizada

luz de la muerte hiriendo nuestra nada!

La Tierra: girasol; poma madura.

Pero viene un mal viento, un golpe frío

de las manos de Dios, y nos derriba.

Y el hombre, que era un árbol, ya es un río.

Un río echado, sin rumor, vacío,

mientras la tierra sigue a la deriva,

¡oh Capitán, oh Capitán, Dios mío!

LO FATAL

Entre enfermedades y catástrofes

entre torres turbias y sangre entre los labios

así te veo así te encuentro

mi pequeña paloma desguarnecida

entre embarcaciones con los párpados entornados

entre nieve y relámpago

con tus brazos de muñeca y tus muslos de maleza

entre diputaciones y farmacias

irradiando besos de la frente

con tu pequeña voz envuelta en un pañuelo

con tu vientre de hostia transparente

entre esquinas y anuncios depresivos

entre obispos

con tus rodillas de amapola pálida

así te encuentro y te reconozco

entre todas las catástrofes y escuelas

asiéndome el borde del alma con tus dedos de humo

acompañando mis desastres incorruptibles

paloma desguarnecida

juventud cabalgando entre las ramas

entre embarcaciones y muelles desolados

última juventud del mundo

telegrama planchado por la aurora

por los siglos de los siglos

así te veo así te encuentro

y pierdo cada noche caída entre alambradas

irradiando aviones en el radar de tu corazón

campana azul del cielo

desolación del atardecer

así cedes el paso a las muchedumbres

única como una estrella entre cristales

entre enfermedades y catástrofes

así te encuentro en mitad de la muerte

vestida de violeta y pájaro entrevisto

con tu distraído pie

descendiendo las gradas de mis versos.

LUEGO

Cuando te vi, oh cuerpo en flor desnudo.

creí ya verle a Dios en carne viva.

No sé qué luz, de dentro, de quién, iba

naciendo, iba envolviendo tu desnudo

amoroso, oh aire, oh mar desnudo.

Una brisa vibrante, fugitiva,

ibas fluyendo, un agua compasiva,

tierna, tomada entre un frondor desnudo.

Te veía, sentía y te bebía,

solo, sediento, con palpar de ciego,

hambriento, sí, ¿de quién?, de Dios sería.

Hambre mortal de Dios, hambriento hasta

la saciedad, bebiendo sed, y, luego,

sintiendo, ¡por qué, oh Dios!, que eso no basta.

MADEMOISELLE ISABEL

Mademoiselle Isabel, rubia y francesa,

con un mirlo debajo de la piel,

no sé si aquél o ésta, oh mademoiselle

Isabel, canta en él o si él en esa.

Princesa de mi infancia; tú, princesa

promesa, con dos senos de clavel;

yo, le livre, le crayon, le...le..., oh Isabel,

Isabel!e...., tu jardín tiembla en la mesa.

De noche, te alisabas los cabellos,

yo me dormía, meditando en ellos

y en tu cuerpo de rosa: mariposa

rosa y blanca, velada con un velo.

Volada para siempre de mi rosa

-mademoiselle Isabel- y de mi cielo.

MÚSICA TUYA

¿Es verdad que te gusta verte hundida

en el mar de la música; dejarte

llevar por esas alas; abismarte

en esa luz tan honda y escondida?

Si es así, no ames más; dame tu vida,

que ella es la esencia y el clamor del arte;

herida estás de Dios de parte a parte,

y yo quiero escuchar sólo esa herida.

Mares, alas, intensas luces libres,

sonarán en mi alma cuando vibres,

ciega de amor, tañida entre mis brazos.

Y yo sabré la música ardorosa

de unas alas de Dios, de una luz rosa,

de un mar total con olas como abrazos

NO VENGAS AHORA...

No vengas ahora. (No vengas ahora,

aunque es de noche.)

Huye.

Hay días malos, días que crecen

en un charco de lágrimas.

Escóndete en tu cuarto y cierra la puerta y haz

un nudo en la llave,

y mírate desnuda en el espejo, como

en un charco de lágrimas.

A la orilla del mar me persigue tu boca

y retumban tus pechos y tus muslos me mojan

las manos,

en un charco de lágrimas.

Me acuerdo que una vez me mordiste los ojos.

Se te llenó la boca de pus y hiel; pisabas

en un charco de lágrimas.

Despréciame. Imagíname convertido en una rata gris,

sucia, babeante,

en un charco de lágrimas...

POR CARIDAD

Laura,

paloma amedrentada,

hija del campo, qué existencia ésta,

dices, con el hijo a cuestas

desde tus veinte años,

tres años en la Maternidad

fregando los suelos,

por caridad

(por caridad, te dejan fregar el suelo),

ahora en la calle

y entre mis brazos,

Laura,

te amo directamente,

no

por caridad,

estás cansada

de todo,

de sufrir frío,

de tu pequeño acordeón

entre las piernas,

del desamor,

pero no olvides

(nunca),

yo te amo directamente,

y no

por caridad.

PORQUE QUIERO TU CUERPO...

Porque quiero tu cuerpo ciegamente.

Porque deseo tu belleza plena.

Porque busco ese horror,

esa cadena mortal,

que arrastra inconsolablemente.

Inconsolablemente.

Diente a diente,

voy bebiendo tu amor,

tu noche llena.

Diente a diente, Señor,

y vena a vena vas sorbiendo mi muerte.

Lentamente.

Porque quiero tu cuerpo

y lo persigo a través de la sangre y de la nada.

Porque busco tu noche toda entera.

Porque quiero morir,

vivir contigo esta horrible tristeza enamorada

que abrazaría, oh Dios, cuando yo muera

RELATO

Recuerdo. No recuerdo. El viento. El mar.

Un hombre al borde del cantil. El viento.

El mar desamarrando olas horribles.

Un hombre al borde de un cantil. Recuerdo.

No recuerdo. Los brazos

alzados hacia un cielo ceniciento.

El viento. El golpe de las olas

contra las rocas.

Un hombre al borde

de la muerte.

El mar.

El cielo, mudo. Ceniciento. El cielo.

Recuerdo. Oigo las olas.

El viento. Entre las sienes. No recuerdo.

Un hombre

al borde de un cantil, gritando. Abriendo

y cerrando los brazos.

Un hombre ciego.

Recuerdo. Alzó la frente. Un viento frío

le azotó el alma. No recuerdo. Veo

el mar.

Nado por dentro.

Avanzo

hacia una luz, hacia una luz. No veo.

Escucho

un silencio de yelo.

y braceo, braceo hacia la luz,

y tropiezo,

y braceo, y emerjo bajo el sol

¡oh júbilo!, y avanzo... y no recuerdo

más. Esto es todo cuanto sé. Sabedlo.

SERENIDAD

Serenidad, seamos siempre buenos

amigos. Caminemos reposada-

mente. La frente siempre sosegada

y siempre sosegada el alma. Menos

mal que bebí de tus venenos,

inquietud, y no me supiste a nada.

El aire se serena, remansada

música suena de acordes serenos.

No moverán la hoja sostenida

con mis dedos, a contra firmamento

en medio del camino de mi vida.

Vísteme de hermosura el pensamiento,

serenidad, perennemente unida

al árbol de mi vida a contra viento.

TÚ, QUE HIERES

Arrebatadamente te persigo.

Arrebatadamente, desgarrando

mi soledad mortal, te voy llamando

a golpes de silencio. Ven, te digo

como un muerto furioso. Ven. Conmigo

has de morir. Contigo estoy creando

mi eternidad. (De qué. De quién). De cuando

arrebatadamente esté contigo.

Y sigo, muerto, en pie. Pero te llamo

a golpes de agonía. Ven. No quieres.

Y sigo, muerto, en pie. Pero te amo

a besos de ansiedad y de agonía.

No quieres. Tú, que vives. Tú, que hieres

arrebatadamente el ansia mía.

TU VIENTRE Y OTROS RESABIOS

La juventud

su paso acelerado ojos de acero manos más de dos

alegría

escuchar un disco cuadrado hacer el amor con la mujer

del prójimo (¿no somos todos prójimos'?)

el aturdimiento del atardecer

el microcosmos de la física moderna

-después de muerto me basta ser electrón-

mi juventud tirada por la ventana

tu piel papel de seda

tus senos uno al sol el otro en la sombra

mi deambular por los barrios galdosianos

el electroshock de súbito

alegría

dios es bueno en tanto la mujer responda

quédate esta noche a desayunar

me permito exclamar oh tu entrepierna en voz baja

quiero vivir en América

qué coño en América del Sur,

he visto demasiadas tierras

todas caben en tu axila

salgamos de la habitación por la puerta de urgencia

compremos un buen periódico clara utopía

y saludemos a la juventud desde los cincuenta y siete años

como diecisiete como veintiuno como tu vientre de malvavisc

UN RELÁMPAGO APENAS

Besas como si fueses a comerme.

Besas besos de mar, a dentelladas.

Las manos en mis sienes y abismadas

nuestras miradas. Yo, sin lucha, inerme,

me declaro vencido, si vencerme

es ver en ti mis manos maniatadas.

Besas besos de Dios. A bocanadas

bebes mi vida. Sorbes. Sin dolerme,

tiras de mi raíz, subes mi muerte

a flor de labio. Y luego, mimadora,

la brisas y la rozas con tu beso.

Oh Dios, oh Dios, oh Dios, si para verte

bastara un beso, un beso que se llora

después, porque, ¡oh, por qué!, no basta eso.

VI QUE ESTABAS...

Volví la frente: Estabas. Estuviste

esperándome siempre.

Detrás de una palabra

maravillosa, siempre.

Abres y cierras, suave, el cielo.

Como esperándote, amanece.

Cedes la luz, mueves la brisa

de los atardeceres.

Volví a la vida; vi que estabas

tejiendo, destejiendo siempre.

Silenciosa, tejiendo

(tarde es, amor, ya tarde y peligroso.)

y destejiendo nieve...

YO POR TI, TÚ POR MÍ...

Están multiplicando las niñas en alta voz,

yo por ti, tú por mí, los dos

por los que ya no pueden ni con el alma,

cantan las niñas en alta voz

a ver si consiguen que de una vez las oiga Dios.

Yo por ti, tú por mí, todos

por una tierra en paz y una patria mejor.

Las niñas de las escuelas públicas ponen el grito en el cielo,

pero parece que el cielo no quiere nada con los pobres,

no lo puedo creer. Debe haber algún error

en el multiplicando o en el multiplicador.

Las que tengan trenzas, que se las suelten,

las que traigan braguitas, que se las bajen rápidamente,

y las que no tengan otra cosa que un pequeño caracol,

que lo saquen al sol,

y todas a la vez entonen en alta voz

yo por ti, tú por mí, los dos

por todos los que sufren en la tierra

sin que le haga caso Dios.